La RCC es:
- Un mejor conocimiento de la Persona y de la Obra del Espíritu Santo.
- Una experiencia profunda de su presencia en nosotros y de acción en nuestras
vidas.
Una entrega sin limitaciones a la conducción del Espíritu Santo y una constante
docilidad para seguir sus inspiraciones.
- Es la renovación del amor en todas sus proyecciones (Del libro: “Conozca la
Renovación Carismática”).
El padre Benigno Juanes s.j., destacado líder de la RCC de República Dominicana, la
define de esta manera: “La Renovación Cristiana en el Espíritu Santo –como también se conoce en algunos países a la RCC– es el redescubrimiento experimental del poder del Espíritu Santo en cada
uno y en la Iglesia, y la apertura a su acción, para vivir el Evangelio en plenitud (hasta sus últimas consecuencias), para evangelizar con poder, ser testigos de Cristo resucitado y renovar
todas las formas de presencia –y servicio– de Cristo en la Iglesia y en el mundo” (Del libro: “¿Qué es la Renovación Carismática Católica y qué pretende?”).
La Renovación Carismática Católica (RCC) es una corriente de gracia por medio de la
cual el Espíritu de Dios nos lleva a vivir de manera vivencial la realidad del Cuerpo de Cristo.
La Renovación es una conversión y entrega constante a Dios, una docilidad creciente al
Espíritu Santo. De allí que para la Iglesia, la Renovación es un Pentecostés actual para renovar la Iglesia de hoy. La RCC, más que ser un movimiento en la Iglesia, es la Iglesia en
movimiento.
En ese sentido se expresó el cardenal Leon Joseph Suenens cuando escribió en su Carta
Pastoral para Pentecostés de 1973 lo siguiente: “Digamos de una vez que no se trata de un Movimiento nuevo en el sentido usual del término, sino de una corriente de gracias que el Espíritu Santo
hace surgir por todas partes. La Renovación Carismática no es un movimiento, sino el moverse del Espíritu Santo”.
Fundamentación Teológica de la Renovación
La base teológica de la Renovación Carismática está en el Misterio Trinitario y,
particularmente en el conocimiento progresivo de la Persona del Espíritu Santo y en su acción insustituible e ininterrumpida en la Iglesia y en cada uno de nosotros. Pero la Renovación no se
centra exclusivamente en el Espíritu Santo, minimizando la acción del Padre y la de Jesús. Muy al contrario, el Espíritu Santo es quien da al cristiano testimonio de Jesús (Jn 15, 26) y quien lo
capacita para que sea testigo de su resurrección. Precisamente uno de los frutos de la Renovación es la proclamación alegre que muchos están haciendo de un Jesús vivo, «constituido Señor y Cristo
por Dios» (Hch 2, 36) y a quien están sirviendo con gozo pascual.
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